Ayer Eliud Kipchoge rompía finalmente en Viena la barrera psicológica de las dos horas en los 42.195 metros de una maratón. Con 1:59:40 en un recorrido urbano y más realista que el del primer intento en Monza en 2017, el Ineos 1:59 Challenge se hizo finalmente con el esperado hito.
Aunque elimina parte de la controversia del pasado intento –un circuito totalmente controlado y un coche artificialmente voluminoso a una distancia más que sospechosa–, mantiene todo un halo de sí-peros entre la comunidad atlética por varias razones que acompañan con un toque amargo la sonrisa de Kipchoge.
Hasta 41 liebres en el equipo que son, a fin de cuentas, las que otorgaban gran parte de la supuesta ventaja aerodinámica –que puede finalmente ser, o no ser tanta: al ritmo de una maratón en dos horas se predijo algo más de 4 minutos, pero también podría ser más limitada y quedar más cerca del minuto y medio–.
Esta cobertura puede ser parcialmente salvada en una maratón oficial, a fin de cuentas hay prácticos, pero no hay tantos –unas pocas decenas– capaces de aguantar la media-maratón/hora. En el punto medio se encuentra la simulación de Robby Ketchell, uno de los expertos en aerodinámica inmersos en el diseño de la nueva formación –se escogió entre cientos–, que apunta a una ventaja de minuto y cincuenta y dos segundos.
Lo que se interpretó inicialmente como una prueba más ‘de laboratorio’ para hacer marketing batiendo las dichosas dos horas –hay que ver la obsesión de los corredores por machacar las cifras redondas–, finalmente parece contar la historia de un triunfo tecnológico –y humano– como pocos otros en la historia del atletismo.
No acaba aquí, pues tan solo un día después es Brigid Kosgei quien pulveriza el récord en maratón femenino en Chicago. 2:14:03, rompiendo por 82 segundos la histórica marca en modalidad mixta que ostentaba Paula Radcliffe desde la maratón de Londres en 2003 con sus 2:15:25.
Por no hablar de las también recientes y similarmente históricas sobre el contexto de la evolución en las respectivas distancias de Kamworor en media maratón –récord del mundo el pasado 15 de septiembre de 2019, parando el crono de Copenhague en 58:01– o Bekele –que se quedaba a las puertas con 2:01:41, a dos segundos del récord oficial de Kipchoge, también en Berlín, sellado en 2018–. ¿Se ve el patrón?
Todas las marcas son realmente recientes y, oficiales o no, nos abocan a pensar que estamos en una nueva era y ante una superélite del rendimiento en las más largas distancias. Que muy probablemente, pero hay algo más que explica esta sincronización de las mejoras.
Hablo de Nike, quien por alguna razón ha dejado escapar el protagonismo de su Breaking-2 a las manos de Ineos. Más allá de la organización del evento, ellos ponen tanto el equipo de atletas patrocinados –las liebres, vamos– como algo que parece se vuelve tanto o más relevante: las ruedas. Y no es que la dichosa marca en sub-2 me haya vendido la moto –aunque también–.
Todos estos atletas son abanderados de Nike, y desde que calzan las más recientes zapatillas VaporFly 4% y NEXT% están realmente moviendo el horizonte fijado las capacidades aeróbicas humanas. Si hasta hace unos pocos años los científicos del deporte hablaban de dos-tres décadas para romper la barrera de las dos horas en maratón, esta ha durado un suspiro.
Y no solo eso, sino que seis de los diez maratonianos más rápidos de la historia en base a sus marcas han renovado estas durante este mismo año. Siete si contamos que el propio Kipchoge entraría en la lista con su marca en Londres. ¿El denominador comun a todos ellos? Sí, las zapatillas de Nike –lo he comprobado–. En el caso caso femenino son también hasta seis de los mejores diez tiempos jamás registrados los que se han sellado tras el intento de Breaking2.
Pero podría simplemente llegar de la mano de que, ya sea por tino o por azares del destino, Nike lleva años fichando a los atletas más prometedores de la historia en estas modalidades. Para los más incrédulos, traigo alguna evidencia extra.
La primera es un estudio de la Universidad de Colorado –que aun estando apoyado por la marca es relevante–, valida de forma consistente el claim publicitario de Nike con su 4% de mejora en ‘economía de carrera’ –o consumo de oxígeno a una determinada velocidad- sobre 18 atletas con marcas ya interesantes –de unos 31 minutos en 10.000 para abajo–.
En la prueba se reproduce, de forma consistente y en ritmos entre los 4:20 y los 3:20 min/km, una mejora de esa economía clavada en promedio a ese 4%. Este boost en eficiencia traslada parcialmente a rendimiento de forma directa –con un factor menor a la unidad, aunque no es el único que se está mejorando aquí–.
Un segundo estudio publicado por la Universidad Estatal de Grand Valley en Michigan a comienzos de este mismo año corrobora esta hazaña frente a zapatillas de clavos en pista y al antaño referente de Adidas, en esfuerzos de cinco minutos, con un contundente: «La zapatilla NVF –Nike VaporFly– mejora la economía de carrera un 2.6 ± 1.3% comparada con la NZM –Nike Zoom Matumbo 3–, 4.2 ± 1.2% comparada con la ADI –Adidas Adios Boost 3–, y un 2.9 ± 1.3% cuando se equipara en peso a la zapatilla ADI». Relevante cuanto menos, e incluso a nivel personal cuando ese modelo es tanto el que ostentaba el anterior récord del mundo de maratón como que he usado durante unos años en competiciones rápidas en las que he intentado sacar mi máximo.
Y esta es la mejor iniciativa de marketing que Nike podría lanzar, y que ha de estar causando verdaderos estragos en las casas ajenas, como la del atleta de Adidas que compitió con unas VaporFly pintadas para correr rápido pero sin que se notara (demasiado). La competencia lo sabe –y Nike por supuesto también–, y son ya unas cuantas de entre las principales marcas las que se están sumando a introducir una placa de carbono en sus diseños más innovadores. Entre ellas encontramos nombres a Hoka con las Carbon X, que lanzaron por todo lo alto.
El drama que veo aquí es que, de re-confirmarse estos datos e incluso acentuarse de cara los próximos lanzamientos de Nike que estamos frente a una ventaja competitiva que bien se parece al dopaje tecnológico. Este no es nuevo, como las bicis eléctricas en ciclismo o los trajes de baño de cuerpo completo, prohibidos en 2009 en natación.
Y es más, si nos vamos a las directrices de la WADA vemos que para que una sustancia sea incluida en la lista de sus dopantes prohibidos, ha de cumplir dos de la siguientes tres condiciones:
- Que tenga el potencial de mejorar o mejore el rendimiento deportivo. Check
- Que represente un riesgo real o potencial para la salud del atleta. No-check
- Que viole el espíritu del deporte. Depende
Lo cierto es que hasta ahora no todos los atletas han tenido acceso a estas zapatillas. Kipchoge ya voló con unas next-NEXT% con las que no cuenta absolutamente ningún otro nadie. Esto, a mi parecer, desvirtuaría la competición como tal hacia algo tristemente parecido a la Formula 1, donde son –también– los ingenieros y departamentos de I+D los que compiten.
Como tantas otras veces en la historia del atletismo, un avance en la técnica o en la tecnología genera un marcado escalón que activa toda una transición hacia más y mejores marcas. El conflicto está en que, mientras que el cambio tiene lugar entre los diferentes fabricantes y varias oleadas de atletas se adaptan a ellos, hay quienes pueden estar recibiendo un reconocimiento que quizá no les corresponda enteramente.
Se abre una nueva etapa en la que las cronos en maratón pulverizarán todos los registros anteriores, eliminando toda posibilidad comparativa no solo entre los atletas actuales y los homólogos de antaño, sino también entre estos atletas y ellos mismos con otras zapatillas tan solo un par de años atrás.
Mientras tanto, todavía hay espacio para el espectáculo más tradicional y quizá ‘legítimo’. La maratón masculina pone su foco en la resurrección de Bekele, que ahora se sitúa a tan solo dos segundos de la marca real de Kipchoge y que, seguramente –ya sea con pies dopados o sin ellos– ponga a los dos grandes codo contra codo a darlo todo en Tokio.